domingo, 20 de septiembre de 2015

Silvia y Julián

Julián era un pelagatos, aunque ni siquiera conocía la existencia del polígono industrial de Pelagatos. Julián, caminaba por calles de utopías para recuperar lagunas de paja.
Silvia se había dedicado en su juventud a la natación sincronizada, eso le otorgó en la formación de su cuerpo de unas anchas espaladas. Anchas espaldas en lo estrictamente físico, pues no tenía pelos en la lengua, nunca tuvo, y nunca pensaba callar aquello que pudiera acarrearle un mal-estar interior.
Julián era un enamorado de Castaneda, de don Juan Matus y de el nagual Julián, tocayo y gran maestro en el arte de ensoñar. Su mundo estaba más con Momo que con los hombres de negro, pero no tenía ninguna rosa en ningún planetoide remoto protegida por campana de cristal y expuesta a orugas, o quién sabe qué otros peligros.
Silvia había inventado su vida al igual que un artista, una artista, o un violenchenisto, sabiendo siempre donde flotar, manteniendo el equilibrio en una especie de cámara lenta que produce el moverse dentro del líquido elemento.
 Julián era un pesado. Se había puesto la foto de Silvia como fondo de pantalla del ordenador, comenzando otra vez, una espiral destructiva, donde él inventaba historias de anti héroe sin ánimo de dejar de serlo.
Silvia iba a sanar con absoluta implecabilidad.
Julián volvería a morir.


Si la palabra "artisto" se paseó por la mente del lector, eso es saber leer, si no lo hizo, eso es no saber escribir.Ah!, si, y la lectora.



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